Para mí, es un placer prologar el libro ensayístico del autor Yehudah Abraham Dumetz (Antonio Dumetz), titulado: “EL GRIOT Y LA KORA. Manuel Zapata Olivella, historia y pensamiento”. En este ameno texto el autor, poeta y crítico literario se atreve a realizar una exploración histórica y sociológica de cómo surge desde muy temprana edad, en la vida de Zapata Olivella el tema del mestizaje e identidad a partir de sus raíces amerindias, africanas y europeas. La primera raíz es la amerindia o como la nombra el autor abyalense para descolonizar la historia, las palabras, el lenguaje y devolverle a la geografía su verdadero nombre. Nuestra verdadera memoria empieza por rescatar lo que hemos sido sin pena ni vergüenza; las bases de nuestra cultura son las raíces indígenas con su creatividad en todos los dominios del ser (nunca salvaje, ni bárbaros como lo vio la historia oficial alienante y conservadora), justo en el Caribe (Karib) donde hicieron presencia muchos grupos humanos como los Kogui, los kuna, los arawak, de los cuales todos somos parte ancestral, biológica y sociocultural, o como lo llamaría Manuel Zapata Olivella “El río revuelto de las sangres”.
La segunda raíz es la africana, de las que élites colombianas escribieron nuestra historia siempre y se avergonzaron, pues por ser hijos de esclavos no aportaban nada a la creación divina; era una memoria diabólica, perversa y negativa, esta perspectiva maniquea, el color negro no hacía alusión a un pasado creativo e inventivo; se puede decir que éste es el núcleo de Manuel Zapata Olivella en toda su obra literaria e histórica por trasmutar el pasado negativo del legado africano que bien sería el muntu creador o como recientemente le llamará Cedric Robinson “La formación de la tradición radical negra”. Sí hubo un legado, una memoria, una tradición, unas raíces del África o de las múltiples Áfricas, del Caribe y las américas desde las mitologías bantúes, desde las religiosidades yorubas, las musicalidades ashantis, las filosofías bámbaras y las oralidades de los sereres.
África como cultura y no como negritos, ni esclavos que siempre estuvo en nuestro pasado, en la cultura, en la memoria y en la historia de la región Caribe. África nunca fue fuerza banal e insignificante, como se nos hizo ver en la escuela, el colegio o la universidad; sino un mundo de significados creativos en todos los campos del ser, proyecto creador que yo he llamado en mis libros, pensamiento afro, imaginación creadora afrodiaspórica o afrodiasporidad, es el hombre y la mujer inventando cada día epistemes en el ser y en el hacer. Eso fuimos y eso somos, comoentes psíquicos e históricos sociales.
El tercer tronco, la tercera fuente, la tercera raíz del Caribe colombiano es la herencia occidental, pero desde la perspectiva de Manuel Zapata Olivella y de Yehudáh Abraham Dumetz, no es el occidente violento con su aparente sangre pura y supuesta única inteligencia, con su supuesta genética superior, su único y superior dios, su lengua excelsa y pura, sus instituciones de saberes como paradigma a seguir como el aparente color de belleza suprema y los únicos supuestos valores e ideales de la humanidad.
El ensayo de Yehudáh Abraham indica cómo deslegitimar la perspectiva unidimensional que
se creó a partir de prejuicios y racismos heredados del pasado. La literatura, la poesía, el arte
y novelas como Tierra mojada y En Chimá nace un santo, sirven para deconstruir pensamientos alienantes, pues nos enseñan que somos diferentes, diversos, otras y otros, eso que queremos negar: la interculturalidad, el multiculturalismo inmerso en lo religioso, racial, geográfico, lingüístico que siempre estuvieron presentes en nuestra identidad colombiana, ya que lo amerindio, lo africano y lo europeo en su perspectiva positiva fueron los tres principales componentes de nuestra manera de ser, de llamarnos y de vivir, para dignificarnos como cultura y humanidad.
La cuarta raíz es a la que Yehudáh Abraham pertenece, la judía, la judía de Maimónides, de la Toráh. La libanesa, la siria, la turca, la árabe; la árabe de Avicena, de Averroes, del Corán, de la herencia de la antigua Mesopotamia con sus artistas, académicos e intelectuales como Yehudáh Abraham, regalándonos este bello ensayo para hacer gala de su creatividad narrativa y poética, para decirnos que el proyecto literario e histórico social de Manuel Zapata Olivella sigue vivo desde el mestizaje y la literatura, donde la palabra y el verso del griot se hermanan a través de la memoria oral de ese gran narrador que fue Manuel Zapata Olivella, para recoger la tradición religiosa de la africanía y la indianidad en una novela como En Chimá nace un Santo, para decirnos cuán diversos somos y que no hay una única forma de aproximarse a lo divino, que la identidad es creer. Pero la diversidad son los caminos de esa creencia desde sus distintos enfoques y perspectivas, que no hay que creer en una sola mirada, porque las culturas son diversas y las mitologías múltiples; pero religión, filosofía y mitología pueden coexistir sin que yo imponga nada al otro. Esto evita las guerras y los sectarismos.
Aunque el tema central de la novela Tierra mojada es el despojo, la concentración de la tierra
en un contexto de gamonales, terratenientes y políticos, el tema de las diversidades raciales es lo más palmario y característico, donde el amerindio, el africano y el europeo pueden hermanarse sin odios ni rencores para construir una verdadera ciudadanía, y una nación racial pluriétnica y multicultural, respetándose todos y todas por lo que hemos sido como país
siempre fuimos un proyecto literario, político, racial y cultural, proyecto que Zapata Olivella, anticipó desde los años 40 antes que la Constitución de 1991 se conformara jurídicamente.
Desde el concepto Ubuntu y a partir de este ensayo de Yehudáh Abraham se hermana con la literatura y la historia; procurando añorar un mundo guiado por las categoría y valores de la fraternidad, justicia, bondad, piedad y la misericordia, cuando hayamos entendido que, aunque, desde lo histórico seamos distintos, cósmicamente somos uno solo, porque tenemos un mismo origen terrestre y genético. Frente a ello la poesía, la literatura y el arte sirven hoy como el pan más necesario para reconstruir los puentes olvidados y perdidos con las otras culturas, otros grupos humanos y con todos los reinos de la creación.
Este era el sentido, valor y significado de la filosofía muntú de Manuel Zapata Olivella para la humanidad, para la vida de todos y todas. Finalmente, decir que la kora no es nada más que el instrumento musical que hace mover el cuerpo, era también un llamado a lo divino para asombrarse ante la majestuosidad de la naturaleza de la creación, para decirnos que no somos el centro del universo y que debíamos cultivar el arte y la literatura como música y belleza del alma y los sonidos del silencio le dirán también: todos somos hermanos.
WILLIAM MINA ARAGÓN
PhD Universidad Complutense de Madrid
Profesor Titular Universidad del Cauca (Colombia)
Grupo de Investigación Actores, Procesos e Instituciones Políticas-GIAPRIP
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