Siempre hay en la botica tintura de árnica
para los golpes
o romero para el dolor.
Pero nunca jamás
para aquella molesta sensación
que vuelve lenta, discreta
al abrir un abandonado cajón,
un álbum empolvado de tristes colores
o una calle sin fin
extraviada en las pupilas pardas
de mi triste mirada.
Volviste con martillo
golpeando en mi memoria.
Como luz colándote por las grietas de mis recuerdos.
Con un retrovisor proyectando lugares
donde nuestros cuerpos apagaron su deseo.
Donde por vez primera lloramos nuestra ausencia
y, donde nuestras palabras quedaron atrapadas
entre los árboles que exhiben su follaje.
Perdón por todo y por nada.
Ya sabes, todo hombre carga muertos en su espalda
pero los míos ya no hieden.
Sin embargo,
hoy que tu ausencia se hace eterna,
que no hay árnica ni romero
que cure mi viejo dolor,
un contraluz en la distancia,
una mano, un adiós.
Yehudah Abraham Dumetz
© Libro de prosa poética: “Voces desde mi exilio”
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