RETRATO
Mientras transito por el viejo puente de la 21
aún sin subir el vidrio de mi imaginación
deseo quedarme colgado en el retrato blanco y negro
de mi cuadra envejecida.
Descalzo y sin pudor, gritarle al viejo teatrero del pueblo
que un día se marchó
lo ridículo de su espalda en los burdeles de la 13…
Que las revoluciones terminan en buró
que el mundo es circular aunque Nietzsche ya no esté
y que las damas de Avignon siguen
mostrando sus piernas en nuestra sociedad
que mientras existan poetas las palabras tendrán alma
y aunque las polillas se coman los lienzos y el viento
desgaste mis manos
aún así no moriré.
PEORES COSAS
Hay peores cosas que la muerte.
Un golpe invisible al sentimiento
o esos olores que nos transportan día tras día
como un flashback en un film que vuelve a suscitar
Un viejo dolor…
o aquello que siempre esperas y jamás llega…
Hay peores cosas que la misma muerte,
la tenacidad semanal de unos bolsillos
sin esperanza alguna,
el estómago que engulle vivo a sus victimas
en gritos silenciosos que una hoja en blanco
jamás escucha,
o la respuesta que no regresa.
Hay peores cosas que la muerte,
los gnomos que ya no me hablan
y tus pisadas que ya no encuentro.
HIPOCRESÍA
Habrás de saber Farid, el Can que creíamos amigo sincero,
que entrenado me ofrecía una copa de vino,
el mismo Can que marchó con los idus de marzo
hasta extender su macabra cortina
volvió esta mañana y lamió mis heridas…
Desde que se mudó a la casa de Maestra Intolerancia
donde recibe alimento y obedece a sus órdenes
lleva en su rostro la hipócrita máscara del odio color…
La Maestra lo ha entrenado
para que en sus fauces desgarre al poeta
asesine metáforas y con su lengua
distorsione el paisaje de la verdad.
Aun así Farid, cada que puede con sangre en su hocico
se acerca a lamer mis heridas
Acaso Farid:
“¿Será que la amistad en el día es la asesina en la noche?”
No sabe ese mísero perro, que un pretérito destino
castró su presente y que soy único hijo, letra viviente,
palabra de fuego, aeda del tiempo…
MEMORIAS DE UN DIBUJO
¿En dónde se anidan los sueños?
No lo sé…
Lo único que sé,
es que más allá de ellos, los colores del alma
vuelan como eternas gaviotas.
Así quisiera frente al espejo
encontrarme con Whitman
y ver crecer sobre mi barba
sus hojas de hierbas.
Y que los duendes de nuevo me hablen
y que la Kabbaláh dirija mis pasos.
Y aunque sigo prisionero de esta canícula sin retorno
voy mirando aletear un nuevo horizonte
que redima mis huellas
y, esos colores del alma
que se posan en mi memoria
son los que dibujan palabras
sobre el amarillo papel.
Yehudah Abraham Dumetz
© Libro de prosa poética: “Tiempo entre dos aguas”
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