“Amigos y nadie más, el resto la selva…”
Jorge Guillén
Poeta generación del 27
La palabra lleva milenios cohabitando con nosotros. Desde entonces, ha permanecido como el instrumento cuyo poder nos ha acercado a la realidad. En todas las culturas, desde las más primitivas hasta las más desarrolladas se le ha conferido preponderancia al verbo. Se dice: “La palabra tiene poder” o “Dios creo el universo por la palabra”. Y es que la oralidad nos hace adentrarnos a aquellas antiguas formas de culturas que se van reflejando en la contemporaneidad, descorriendo el velo para enseñarnos diferentes formas de conductas, creencias, valores y pensamientos que conforman el acervo de nuestra reafirmación identitaria.
Esta oralidad (literatura patrimonial) es el puente que nos une con la literatura escrita o de autor, razón por la cual, la memoria oral de la ciudad se trasforma en un poderoso río que a diario fluye por el amplio paisaje de nuestro relieve cultural, emprendiendo como el espíritu humano, nuevos cauces de reafirmación histórica cuyas líneas se cruzan en la literatura de dos grandes escritores colombianos, nacidos en Lorica: Manuel Zapata Olivella (1920-2004) y David Sánchez Juliao (1945-2011), llegando a nosotros a través del tren de sus letras como prolongación inmortal de sus vidas.
Esta transformación hace su génesis en los espacios, en los lugares de cada ciudad o pueblo, jugando en la historia un papel primordial que coadyuve a la conformación de la identidad que se asoma en el reflejo mestizo de nuestro espejo, corroborando el gran Caribe, en especial el Sitio de Lorica que durante siglos se convirtieron en un verdadero crisol, en el cual se han venido amalgamando formas ejemplares de convivencia, signadas por una fecunda mezcla étnica, religiosa y cultural. Allí nos encontramos con nuestra herencia prehispánica, colonial, con las masivas inmigraciones, con el paisaje y la biodiversidad que permitieron producir un gran desarrollo literario y cultural, bajo esa atmosfera de tolerancia regional que convirtieron al antiguo poblado en cuna de las letras y las artes.
En ese acogedor y maravilloso sitio, también conocido como la Venecia del Sinú, nombre otorgado por uno de sus ilustres hijos, don Carlos Ulpiano Calao Pérez, han nacido criaturas de la cultura regional, nacional e internacional como los hermanos Zapata Olivella: Manuel, Delia y Juan; José Dolores Zarante, David Sánchez Juliao, Enrique Córdoba Rocha, Francisco Corrales Lugo, Roberto Burgos Ojeda, Beatriz Rhenals de Nule, María Zarur de Dumett, Fernando Díaz Díaz, Nelson Castillo Pérez; José Palomo Zurique, Adriano Ríos Sossa, Marcial Alegría, Fabio Charry Lugo, César Julio Guzmán, Salim Jattin, Gustavo Díaz Naar, las hermanas López: Adriana Lucia y Martha Liliana, Elizabeth Caraballo, Esther Reyes Neira, Johnny Winston Ballesteros, Norma Corrales Martin, Luis Gabriel Galeano, Caín Contreras, Nicolás Corena Guerra, Luis Eduardo “Icho” Zafar, Jesús Rolong, Miguel Torralvo, Harold Blanco Viellard, Boris Arrieta, Luis M Pico Román, Abraham Elías Jattin M, Félix Manzur Jattin, Santis Arteaga, Alexis Jattin Torralvo, Leicy Santos Herrera, Wilson Correa, Rodrigo Acevedo Marsiglia, Bernardita Montiel Lugo, Yugui López, Yeya Sánchez, Érica Dumett, Beatriz Valdés y, por supuesto este servidor quien les escribe, entre otros. Pero también, como gran madre ha tendido sus manos y pechos al adoptar a tan maravillosos seres humanos como: Antonio María Zapata Vásquez, Carlos Zapata Carrascal, Abraham Brango, Nohemí Cantero, Jhonattan Padilla Bolaños (Tatán) y, por supuesto, mestizos culturales entre los que se encuentran Elías Bechara Zainún, Limberto Antonio Dumett Sahér (El Tuerto Miléd) y tantos otros y otras que mi mente pasa por alto, ruego me perdonen.
Nuestra bella Lorica, tierra mojada por lo real maravilloso impregnado en el extenso Caribe del que habló el gran Alejo Carpentier; pare historiadores, artistas, poetas, escritores, músicos y pintores por metro cuadrado en cada esquina de sus angostas calles trazadas como laberinto por el capitán Pedro de Miranda en 1774 y libertada del yugo español por el Almirante José Prudencio Padilla el 21 de abril de 1821, cuya batalla se libró en la Plazoleta de la Ermita, hoy conocida como Plaza del Monumento al Padre de la Patria. Aquí en la Isla de Orica (en honor a la hija de Benkos Biojó, Orika, la Gacela que, estuvo internada en la ciénaga la Matuna y San Nicolás de Bari) se vive la belleza ambiental, se siente la pasión de las letras, se dialoga con cada mural empotrado o pintado en las paredes y se baila a través de los recorridos por su centro histórico, donde se alzan las vetustas edificaciones republicanas que nos hablan de su pasado; de su gente hospitalaria tertuliando la vida por sus portones de ricas anécdotas histórica y exuberante patrimonio intangible que nos lega cada escritor.
Uno de esos tantos edificios es el Mercado Público, construido en 1929 con planos de Monseñor Lácides Bersal, antiguamente puerto de llegada y partida de las muchas embarcaciones que, como el arca de Noé, salían cargadas de toda la creación comestible de aquellos tiempos. Este edificio, al igual que el Ágora griega o el Macellun romano, cuyo centro servía de intercambio comercial, político y social, más allá de cumplir una función como simple galería de mercado, fue convirtió en el espacio de confluencia social como gran caldo de cultivos, donde las ideas y los productos se entrelazaban en una danza de interacción comercial. Donde la oratoria y las fiestas con capuchones novembrina terminaban en debates políticos, donde se venía a escuchar las últimas noticias internacionales, nacionales y locales a través de Radio bemba.
Allí luce la majestuosa estructura declarada Monumento Nacional, nace en el año 2010 la primera tertulia cultural, la que para entonces se llamaba: “La tertulia cultural donde Claudio”.
En este precioso lugar, cuyas piernas amuralladas son acariciadas por las melancólicas lágrimas de Onomá, estaba ubicado el kiosco donde se solían hacer las tertulias culturales, cuyo propietario Claudio Castellar despuntaba como magnifico sibarita y buen anfitrión.
Allí, se daban citas diariamente Rafael Zumaqué, Oscar Charry, Luis Naranjo Gutiérrez, María del Rosario Navarro Cáceres, la palenquera que para entonces estudiaba literatura y lingüística en una Universidad a distancia y, por supuesto, este amigo quien les narra.
Las mañanas transcurrían entre palabras que exaltaban el patrimonio cultural, arquitectónico y ambiental, al igual que la música, gastronomía, historia, poesía y literatura que íbamos combinando como gran colcha de retazos al compás de la noria del tiempo con el juego de ajedrez, mientras esperábamos el poderoso antídoto contra el látigo fatigoso del hambre.
Entonces, epifánicamente entraba María de Hoyos, esposa de Claudio, cuyas creativas manos soportaban una bandeja en la que se erigía el mestizo almuerzo triétnico (África, Asía y Abia Yala, llamada América), su majestad, el sancocho de bocachico con arroz de coco y un buen picante.
En tanto, recibíamos amistades culturales desde la Sabanas de Sucre, entre ellos, mi Q:. H:. Frank Acuña Castellar o de las Costas de San Bernardo del Viento al Reverendo Padre Francisco Coneo, fundador junto a este servidor del 1er Encuentro Nacional de Oralitura.
Este histórico poblado creado por los recuerdos y las imágenes que aparecen y desaparecen en sus habitantes de étnica diversidad, siempre está al día para dejarse descubrir una vez más en las emociones callejeras que se viven en la galería popular del mercado público, declarado Monumento nacional en 1996; en el cardumen de bocachicos bajando por las lágrimas de Onomá que sinuosas recorren buscando el puerto de la Venecia del Sinú para ser atrapados por los pescadores que desde la noche esperan silenciosos, para así remembrar en cada novel contertulio, la literatura de Zapata Olivella, Sánchez Juliao o de Enrique Córdoba Rocha. Pero también, dinamizar estos procesos en cada una de las manifestaciones culturales que nos identifican, sin dejar de lado el repensar en este poblado desde una política cultural seria que se pueda implementar en pro de su desarrollo.
Después de una década y algo más, vuelve a resucitar la iniciativa de un rincón para intercambios de diálogos y saberes, con la anuencia del gestor cultural y maestro del pirograbado, Claudio Castellar. Se crea en el 2022 el tertuliadero “Café Colao”, cuyo objetivo central está en ganar espacios por cada rincón de esta ciudad, perteneciente a la Red de Pueblos Patrimonio Colombia.
En esta nueva etapa, se han sumado a los que ya veníamos haciendo cultura, arte, poesía y literatura, nuevos rostros con ideas frescas, mucho empuje y dinamismo cultural. Podemos hablar de Juan Benedetti Navarro, Ober “Junior” Martínez Cardozo, Helvert Pereira, Johnny Winston Ballesteros, Rafael Gómez Nieve, Rafael Gómez Márquez, Javier Vargas y, Pablo Galindo entre otros.
Por eso, si vienes o vuelves a Lorica, Caribe colombiano, pásate por Café Colao, es posible que confluyas con un gran escritor, pintor, director de cine, historiador y, vivirás a través de ellos lo real maravilloso y termines en una de las mesas del restaurante de comida tradicional y vernácula “Donde María”, probando una de sus delicias culinarias.
Dumetz
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