Nuestra región Caribe y el Valle del Sinú es un verdadero crisol en el que durante cinco siglos y algo más se han venido amalgamando formas ejemplares de convivencia, signadas por una fecunda mezcla de étnica, religiosa y cultural. Su herencia prehispánica, colonial y, las masivas inmigraciones, así como el paisaje y la biodiversidad permitieron que se produjera un gran desarrollo literario y cultural. Por ello los pueblos, las ciudades y sus espacios han jugado un papel primordial en la expresión de los valores, en la conformación de su identidad y por supuesto, en la producción literaria.
Así hoy, sus aguas como el espíritu humano, emprende nuevos cauces de afirmación de la memoria en de uno de los grandes poetas colombianos. Raúl Gómez Jattin, nacido en esta heroica ciudad. Cartagena de Indias el 31 de Mayo de 1945. Posteriormente su familia se radica en Cereté, en donde Raúl vive su infancia entre los continuos ataques de asma atendidos por su madre Lola Jattin y, la rigurosa educación clasista que le inculcó don Joaquín pablo Gómez, hombre culto y excepcional jurista de la época. Sin embargo, habiendo nacido en Cartagena, Raúl Gómez Jattin afirmaba su sinuanidad.
“(2) Nací en Cartagena el 31 de mayo de 1945 pero soy de Cereté (Córdoba), un pueblo en la mitad del valle del Sinú, o Chinú, como dicen los cartageneros…”
“(3) […] te voy a llevar al cielo
Que es mi valle y sobre todo a mi Cereté del cielo
Un pueblo lindo con una cabellera tenue de nubes
Blancas […]”
“Yo tengo para ti mi buen amigo
Un corazón de mango del Sinú
Oloroso
Genuino
Amable y tierno […]”
Gracias a su padre, Raúl tuvo el privilegio de poder alimentarse de los cásicos, bebió de la poesía francesa que le ofrecieron los poetas malditos; del surrealismo de la primera mitad del S XX, de la generación norteamericana que le ofreció su mejor vino en Walt Whitman y por supuesto, del nadaísmo de los años 60s y 70s. Los nexos que durante su infancia, adolescencia y adultez tuvo con los libros, formaron el acervo cultural y literario que coadyuvó a avivar la flama de aquel don espiritual y creativo que había nacido con él. La poesía. Durante el periplo de vida que le robó a la muerte, Raúl tuvo muchas facetas por las que transitó brevemente. Fue profesor de historia y geografía en un colegio de bachillerato de Cereté. Llegado el momento se traslada a Bogotá donde comienza a estudiar derecho en la Universidad Externado de Colombia, estudios que alterna con una de sus pasiones, el teatro. Participa como actor en varios montajes, hace adaptaciones de obras literarias que pronto se dan a conocer en la revista literaria Puesto de Combate. Sin haber terminado sus estudios de jurisprudencia, Raúl regresa a su pueblo del Valle del Sinú después de vivir ocho años en Bogotá. La poesía comienza a despertar en él. Lo conturbaba, lo asombraba, necesitaba entonces dejarla fluir.
Este sublime arte literario de la creación poética encierra dos postulados estéticos conocidos como: “poesía pura y poesía impura”. Para algunos poetas como el epistemólogo y filósofo francés Gastón Bachelard “4 La poesía es una metafísica instantánea. En un breve poema, debe dar una visión del universo y el secreto de un alma, un ser y unos objetos, todo al mismo tiempo. Si sigue simplemente el tiempo de la vida, es menos que la vida, sólo puede ser más que la vida inmovilizando la vida, viviendo en el lugar de los hechos la dialéctica de las dichas y de las penas. Y entonces es principio de una simultaneidad esencial en que el ser más disperso, en que el ser más desunido conquista su unidad…”
Lo que explica tácitamente el rechazo a lo cotidiano, a lo confeso, a lo prosaico y por supuesto a todos aquellos instantes históricos en la vida del ser. Lo puro puntualiza la ausencia de mezcla, el contacto entre dos diferentes cosas. Por el contrario para el Vate chileno, el nobel Pablo Neruda, la poesía es aquella “amasada con la vida…” lo impuro representaba un renovado concepto en el quehacer poético, una mirada nueva y fresca. Era la ampliación del espectro poético al mundo y sus avatares. Y es en esta línea de la poética impura con la que Gómez Jattin se da a conocer como poeta a mediados de los 80s, traía con él una dosis nadaísta y whitmaniana. Un diluvio de versos cargados de una excepcional cualidad antiliteraria, irreverente, en algunos lo antirretórico ya antes consolidado por Luis Carlos el “Tuerto” López, que en la mayoría de los casos escandalizaba el círculo poético de entonces. Raúl trasgrede, rompe con la norma negándose a admitir un canon, por lo que su poesía se convierte en algo innovador, donde el poeta regresa a la poesía y desecha la bolsa de siglo litero-burócrata que ofrece el sistema a muchos artistas. La poesía de Gómez Jattin tiene un lenguaje extremadamente directo, en la mayoría de su obra coloquial, desprovista de ostrácicas metáforas y símiles. Lo que facilita que el lector un acercamiento a la poesía. La lectura de toda la obra de Jattin podemos encontrar repetición de temas y una cierta monotonía en el tratamiento del lenguaje. Su necesidad de afirmarse y de afirmar su libertad puede hacer que sus poemas sean a veces meras explosiones de un corazón encarcelado, que no llegan a lograr esta conmoción del lector. No obstante, es el poeta regresando a lo marginal, el ser moviéndose en lo fronterizo que le da poder para tener una mirada crítica frete a los demonios que conturban al ser. Regresa en su poesía a sus raíces caribeñas y mediterráneas.
EL CACIQUE ZENÚ
"Llegaron los Gómez Fernández Morales y Torralbo
con ese Cristo muerto y amenazante e incomprensible
a cambiarnos la vida las costumbres y la muerte
¿Les iría tan mal en la tierra española que cruzaron el mar
en sus canoas de vela a venirse a vivir para siempre con nosotros?
A mi parecer son agradables y buenos
pero su Semana Santa es nuestra época florida
y si quieren rezar que lo hagan pero que no quieran
impedirnos que vayamos hasta la ciénaga a buscar
la hicotea la babilla y el pájaro chavarrí
Me gustan sobre todo los Gómez y los Torralbo
y entre ellos don Tomás de la Cruz Gómez
que aunque era canónigo sabía hablar y reír
Sabía de todo y mucho y no se metía en mis creencias
Desde que lo mataron por revolucionario
-el ejército español- y colocaron su cabeza
en una jaula de hierro a la orilla del río
no he hablado con nadie tan íntimamente como con él
Ojalá que su dios se haya acordado de su alma
Por mi parte yo he rogado a los míos para que cuiden
a don Tomás y lo hagan olvidar lo que sufrió”
Raúl dejo de ser él para convertirse en su poesía, aquella que surgía en las calles donde también deambuló y pernoctó.
EL DIOS QUE ADORA
"Soy un dios en mi pueblo y mi valle
no porque me adoren sino porque yo lo hago,
porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad.
O porque voy donde sus habitantes recios a mendigar una moneda
o una camisa y me la dan.
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán y lo nombro en mis versos.
Porque soy solo.
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad.
Porque a la riqueza miro de perfil mas no con odio.
Porque amo a quien ama.
Porque sé cultivar naranjos y vegetales aún en la canícula.
Porque tengo un compadre a quien le bauticé todos los hijos y el matrimonio.
Porque no soy bueno de una manera conocida.
Porque no defendí al capital siendo abogado.
Porque amo los pájaros y la lluvia y su intemperie que me lava el alma.
Porque nací en mayo.
Porque sé dar una trompada al hermano ladrón.
Porque mi madre me abandonó cuando precisamente más la necesitaba.
Porque cuando estoy enfermo voy al hospital de caridad.
Porque sobre todo respeto sólo al que lo hace conmigo,
al que trabaja cada día un pan amargo y solitario y disputado
como estos versos míos que le robo a la muerte”
Este estremecedor texto escrito en primera persona del singular (Yo), es uno de los tantos textos poéticos que prueban como el sujeto social se fue convirtiendo en el sujeto poético hasta quedar solo la poesía que se llama Raúl. No desde la comodidad, o de un escritorio o de un aula de clases, sino desde su propia experiencia de vida misma. De aquel Raúl que vivió deambulando en las calles, del Raúl que pasó varias temporadas en clínicas psiquiátricas y el que reflejó en sus textos mucho de odio y resentimiento.
“En las clínicas mentales lo peor son las monjas
mas violentas que agujas hipodérmicas
que la fiebre y la locura
la monja es una energúmena quieta.
En las clínicas mentales cuando lloro la monja casi ríe.
Podría decir que la monja no es mala ni es buena
simplemente odia todo lo que se mueve
todo lo que vive todo lo que palpita
todo lo que no sea su Dios muerto”
Pero también del Raúl en el que se mueve un mestizaje, dos mundos. En el que su sangre árabe tiene un puesto privilegiado. Siempre he afirmado que para conocer parte de nuestros comportamientos, costumbres, fenómenos lingüísticos, bromatológicos, religiosos, literarios, incluido el plano de lo supersticioso, sea necesario estudiar a los inmigrantes. Y Raúl Gómez Jattin lo tenía presente en su vida. Reconocía en él su otra mitad. Su otra raíz. La mediterránea, la Oriental. Aquella que aportó en su vida él un fuego milenario, la pasión por el arte y las letras. Dijo alguna vez: “ (5)Soy un poeta como Omar Khayam y el autor de las mil y una noche. Los Jattin vienen de una aldea homónima cercana a Beirut” Sin duda alguna, el siguiente poema es una prueba de reconocerse a sí mismo como un poeta sirio libanés.
ABUELA ORIENTAL
"A esa abuela ensoñada venida de Constantinopla
A esa mujer malvada que me esquilmaba el pan
A ese monstruo mitológico con un vientre crecido
como una calabaza gigante
Yo la odié en niñez
Y sin embargo vuelve en esta noche aciaga con algo de hermosura
Por algo se dice que con el tiempo uno perdona casi todo
Vuelve con sus cicatrices en el alma
de fugada de un harén
con sus “mierda” en árabe y en español
Con su soledad en esos dos idiomas
Y ese vago destello en su espalda de alta espiga de Siria”
De recordar las lecturas que le hacía su padre sobre “Las mil y una noche” y que posteriormente en su obra “Hijos del Tiempo” el poema Scherezada es el hijo que le rinde tributo a su sangre árabe.
SCHEREZADA
"Está enamorada del asesino que la obliga
noche tras noche a exprimir su memoria
de la ancestral leyenda multiforme y extensa
para salvar por un momento su indefensa vida
Y mientras cuenta y cuenta Scherezada
el Califa la besa y acaricia lujurioso
y ella tiene que seguir entreteniéndolo contando
porque el verdugo espera en cada madrugada
Está a merced de quien la oye emocionado
pero no levanta la sentencia a muerte
El artista tiene siempre un mortal enemigo
que lo extenúa en su trabajo interminable
y que cada noche lo perdona y lo ama: él mismo”
A través de uno de sus hijos poemas se refugia en la madre, el ser al que Raúl más amó y al que inmortalizó para la posteridad. Quizá el poema más delirante y fuerte que él haya concebido. Reúne la lucidez crítica del poeta. La expresión "más allá", marca los versos de manera contundente, y nos hace viajar a un mundo indefinible de imágenes. He aquí una Missa defunctorum, una elegía. Una carga sentimental demoledora, un tono, un ritmo y una expresión solemne.
Más allá de la noche que titila en la infancia
Más allá incluso de mi primer recuerdo
Está Lola — mi madre — frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo — mi viejo —
No sabe que en su vientre me oculto para cuando
necesite su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola — la muerta — aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez — la muerte — el tiempo inacabable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso
De igual forma observamos en este poema un poderoso tono elevado, un ritmo marcado, grave en lo formal. Ritmo que se torna más fuerte cuando anuncia finalmente que su madre está muerta, al tiempo también de que la muerta, su madre está "vibrante y viva". Haciendo de este ritmo una sublime isotopía entre la muerte y la vida. Aquí Raúl ya no la recupera frente a un escaparate, sino "sentada en un balcón mirando los luceros", representación mucho más evocativa y profunda. Más que inmortalizar a la madre, es un poema en donde él mismo se redime de sus muchas culpas que tantas veces abofetearon a Lola. De manera extraordinaria, en los versos que siguen a los tres primeros, Raúl Gómez Jattin, logra utilizar un tono coloquial sin perder la cadencia, y vuelve a retomar el ritmo de los primeros en el noveno verso, con las mismas acentuaciones en las 3ª, 6ª, 10ª y 13ª sílabas, repitiendo la misma estructura. La senda transitada por Gómez Jattin fue una angosta calle con piedras de desesperanzas.
Su meta “ser el mejor poeta de Colombia” y a través de su vida y experiencia la historia que es nuestro juez será quién le conceda un puesto entre las grandes letras poéticas de nuestro país. Su poesía es un revelador testimonio de la sociedad en la cual le tocó vivir. Una sociedad carcomida por los afanes, la envidia, la desidia, la avaricia. En la que hoy los siete pecados capitales quedarían en pañales. El 22 de mayo de 1997 la dama blanca y fria le sorprende en Cartagena atropellado por un bus sin que haya sido posible determinar si se trató de un accidente, un suicidio o de un asesinato. Nos lega una obra que aún se sigue estudiando. Poemas (1980), Retratos (1980-1986), Amanecer en el valle del Sinú (1983-1986), Del Amor (1982-1987), Hijos del tiempo, Esplendor de la mariposa (1993), Los poetas, amor mío... (1999) -Libro póstumo-.
El libro de la locura (2000) -Libro póstumo-.
Podríamos decir ahora que la vida introdujo en la poesía una metáfora viviente llamada Raúl Gómez Jat
[II] FIORILLO, Heriberto. “Arde Raúl” Pág. 30
[III] OTALVARO SEPÚLVEDA, Rubén. “Yo Raúl” Pág.58
[IV] BACHELARD, Gastón. “Instante poético e Instante metafísico”.
[V] FIORILLO, Heriberto. “Arde Raúl” Pág. 35
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